
Esta frase la dijo alguien en terapia a una de las psicólogas del equipo, y refleja un pensamiento que muchas personas han tenido en algún momento. Es natural cuestionar la autenticidad de la atención en un entorno profesional, especialmente cuando se trata de algo tan personal como la vida y las emociones.
En la terapia, aunque se trata de un trabajo, el hecho de que sea nuestra labor no disminuye en absoluto el valor del interés, la escucha y la dedicación que ofrecemos en cada sesión. La realidad es que, al ser nuestro trabajo, estamos comprometidas a acompañarte en tu proceso, y eso implica valorar cada aspecto de tu historia: tus dudas, tus dolores, tus victorias. Cada uno de esos fragmentos forma parte de tu mundo, y reconocerlos no es simplemente ofrecer un servicio, sino crear un vínculo significativo.
A veces cuesta imaginar que alguien pueda estar ahí sin esperar nada a cambio, más allá de acompañarte en el camino hacia un bienestar genuino.
Esa sensación de ser escuchado sin reservas, sin juicios, y con la única intención de apoyar tu crecimiento, es lo que transforma la terapia en un espacio de compromiso real.
Es comprensible que surjan dudas: pensar que el único motivo para la atención es profesional, pero la verdad es que en cada sesión se construye un espacio donde lo que vives importa, y tú importas.
Si alguna vez te has preguntado si la única razón por la que alguien te escucha es por ser su trabajo, quiero que sepas que, en terapia, te escuchamos porque tu vida, con todas sus complejidades y matices, tiene un valor incalculable.
Cada emoción, cada experiencia y cada historia forman la base para una transformación personal que va mucho más allá de un simple servicio profesional.
💬 ¿Te has sentido así alguna vez? ¿Te cuesta confiar en que alguien pueda interesarse genuinamente por ti?
Te invito a compartir tu experiencia y reflexionar sobre cómo, a veces, el compromiso profesional puede transformarse en un verdadero acompañamiento en el camino hacia una vida más plena.
Estamos aquí.
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